domingo, 15 de diciembre de 2013

Analítica: yu-yu

Semana 11
Peso: 148,1

Desde el primer momento que mi médico contactó conmigo, lo primero que me sugirió-pidió-obligó fue el hacerme una analítica completa pare ver de qué pata cojeaba, para buscar posibles carencias y así poder adaptar la dieta a las mismas, y también con la intención de hacerme otra más adelante para comprobar mis posibles mejoras. Lo que ella no sabía es que se enfrentaba a alguien que desconoce su grupo sanguíneo, que huye de los hospitales como de la peste, y cuya única analítica en toda su vida se produjo cinco años atrás obligado por un susto gordo.

No, no le tengo miedo a los pinchazos. Mi miedo ha sido siempre a los resultados. Sufro de una especie de aprehensión hipocóndrica que me hace pensar que tengo todos los males metidos en mi cuerpo, y soy tan tonto que pienso aquello de "ojos que no ven..." Así que puse carita de niño bueno, torcí el morro y fui retrasando a duras penas el momento de pasar por el mal trago de decubrir cómo estaba funcionando mi cuerpo exactamente. Así obtuve una moratoria hasta finales de noviembre, espacio de tiempo durante el cual, tanto Rocío como Rita no dejaban de recordarme tan funesto momento.

Y finalmente Rocío optó por la mejor fórmula posible para conmigo: llegué una tarde a su consulta a la rutinaria sesión de medición de contornos y me encuentro sobre la mesa la petición de analítica a mi nombre, a falta de ponerle fecha. Todos mis miedos volvieron a asomar en ese instante. Acepté a regañadientes, pero no me quedaba otra. Mi fantástica enfermera me había ido poco a poco concienciándome acerca de los resultados, tranquilizándome ante una posible situación negativa de los mismos. Estoy convencido de que ella estaba convencida de que algo tenía.

Y así, a la semana siguiente fui como cerdo al matadero con mi primera orina matutina en mano a que me clavaran la aguja en mi brazo. De la extracción ni me enteré, todo hay que decirlo. La chica que me pinchó hizo su trabajo a la perfección. Pero salí de allí con la sensación de que la suerte estaba echada. Habría que esperar tres días a los resultados, por lo que, cuando al día siguiente recibí la llamada de mi enfermera me puse a temblar...

¿Estás muy acojonado? Esas fueron sus primeras palabras al otro lado del teléfono...¿que si lo estaba? Creo que no lo había estado tanto en mi vida! Afortunadamente no quiso mantener el suplicio mucho rato, y enseguida me dijo que mi analítica había salido casi perfecta! Apenas un puñado de leucocitos de más debido a un catarro pasajero. Ni colesterol, ni azúcar, ni anemia...supongo que los mejores resultados posibles para una persona de más de 140 kg....porque esa es la otra buena noticia de estas dos semanas, mi nuevo cambio de decena. 3,500 kg. menos en 15 días ponían mi peso en los 148,1 kg. Doble alegría, y un nuevo chute de autoestima. Así a lo tonto, una de las personas más dejadas del mundo estaba a punto de rebasar los 30 kg. de pérdida. Muy pocas veces he estado orgulloso de mí mismo. Esa fue una de ellas.

4 comentarios:

  1. yo estoy muy orgullosa de ti, y si dejaras de fumar ya la pera!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Vane! Todos los vicios a la vez es complicado....pero te prometo intentarlo una vez me "estabilice" ;) Un besazo

      Eliminar
  2. Y yo, tu médico, también estoy orgullosa de ti.

    ResponderEliminar