martes, 29 de octubre de 2013

El deporte cambió mi vida

De repente, todo cambió. En el verano de 1978 a mi cuerpo le dió por estirarse, y apenas sin darme cuenta, crecí hasta el 1,75. Una tarde que jugaba en el patio al salir de clase, al equipo de minibasket que estaba entrenando en ese momento le faltaba un jugador para poder hacer un partidillo, y el entrenador se fijó en mí. Apenas había tocado un balón de baloncesto en mi vida, pero no lo debí de hacer nada mal, a pesar de jugar con zapatos y ropa de calle, ya que al poco tiempo formaba parte de dicho equipo.

Yo seguía estando, digamos, fortote, pero la rutina de entrenamientos y de ejercicio físico hicieron que mi cuerpo se moldeara, y aunque nunca he estado lo que se dice delgado, desde aquel momento mi barriga dejó de ser el centro de atención de mis compañeros de clase. Durante ocho años disfruté jugando en uno de los mejores equipos a nivel escolar de España, viajando a todos los rincones del país e incluso disputando algún que otro torneo internacional.

Pero todo en esta vida tiene un final, y con 19 años me vi de repente sin equipo, y decidí que había llegado el momento de dejarlo. Fue un punto de inflexión en mi vida...y en mi cuerpo. A pesar de no dejar por completo el deporte, ya que seguí jugando pachanguitas y retomé mi afición por el tenis, lógicamente la intensidad ya no era la misma. A ello se unió digamos mi pasión por la cerveza, por las copas con los amigos, el salir una noche sí y la otra también...Mi cuerpo fue poco a poco retornando a sus orígenes, y a pesar de que no era expecialmente llamativo, notaba como poco a poco mi talla pasaba de XL a XXL, mientras que mi barriguita cervecera ya era todo un hecho.

No aparqué mi pasión por el deporte, pero poco a poco se fue diluyendo, hasta que un mal día jugar al tenis empezó a hastiarme, pasando a la inactividad más absoluta, acelerando con ello el aumento de mi peso, que fue a más, a más.....hasta el final de este verano, cuando por fin tomé por primera vez en mi vida la decisión seria de adelgazar.

martes, 22 de octubre de 2013

Los orígenes de mi gordura

¡Pero cómo te has puesto! La de veces que he tenido que escuchar esta frase...Hay quien lo dice a voz en grito, otros, con más decoro, simplemente lo piensan, aunque no cuesta gran esfuerzo imaginar sus pensamientos.

Tengo 46 años, y he sido un gordo desde que nací. Supongo que estaba muy cómodo en la barriga de mi madre, ya que mi parto se retrasó unos cuantos días, los suficientes para que llegara al mundo con algo más de 5 kilos de peso. Hoy en día sería impensable. Probablemente, hasta sería noticia en los periódicos, y mi madre acabaría seducida por la televisión y acudiendo a "Sálvame" para defender su honor. Pero a finales de los años 60 no llamaba demasiado la atención.

Era una época en la que gordito equivalía a saludable, y lo que ahora es rechazo antes era admiración. ¡Mira que niño más gordito y más sano! Una frase que mis padres habrán escuchado infinidad de veces durante mi infancia. Yo entonces supongo que era feliz. Pero no tardé en darme cuenta de que era diferente. Mi rebosante salud unido a unas orejas de soplillo heredadas de mi abuelo materno me convirtieron en el objetivo perfecto de la innata crueldad de los niños cuando empecé a ir al colegio. Ahí comencé a darme cuenta que mi vida no era tan bonita como me la habían pintado hasta ese momento.